Durante el año 2023, Fundación Esplai dinamiza el Debate del Tercer Sector entorno al tema de la «Justicia Educativa y el Tercer Sector en el ámbito penitenciario». Hemos entrevistado a diferentes personas expertas que nos aportan su visión y propuestas sobre diferentes aspectos de la intervención en los centros penitenciarios. Reproducimos la entrevista a Álvaro Crespo Quevedo, de Solidarios para el Desarrollo.
ÁLVARO CRESPO QUEVEDO
Responsable del programa de prisiones de SOLIDARIOS para el Desarrollo desde el año 2007, año en el que se incorporó a esta ONG de referencia del voluntariado social. Licenciado en Pedagogía Social y Laboral ha desempeñado funciones educativas muy ligadas a jóvenes en exclusión social, realizando programas formativos y laborales. Desde el 2003 al 2007 trabajó en Instituciones Penitenciarias desarrollando cursos de formación laboral con internos e internas.
Desde tu experiencia personal y profesional, y desde el trabajo que desarrolla tu organización en el medio penitenciario, ¿crees que es apropiado considerar la prisión como un espacio educativo? ¿Qué condiciones deben darse para que así sea?
La prisión, hasta la fecha, no ha sido concebida en su totalidad como un espacio educativo, por lo que un cambio de paradigma en ese sentido sería un salto enorme. Y sí, sería deseable (al menos en la administración penitenciaria), empezar a considerar la prisión como un espacio así, en tanto en cuanto produce cambios y transformaciones en la persona hacia un “yo deseable” (futuro ciudadano o ciudadana con plenos derechos) y además, porque es un proceso humano jerárquico (de todo tipo, más allá de la de docente-discente) y con una importante presencia de curriculum oculto. Curiosamente, este último elemento da una clara muestra de la potencialidad de la prisión como espacio educativo, ya que, en muchas ocasiones, elementos tácitos en lo penitenciario (horarios, jerarquización en el trato, asunción de normas, etc.) constituyen el verdadero logro de la administración penitenciaria con sus usuarios/as.
Sería ideal que un buen tratamiento educativo en aquellos y otros ámbitos más deseables fueran tenidos en cuenta desde el primer momento y contemplar al preso/a y su itinerario como una totalidad (familiar, social, formativa, laboral, moral…) desde el inicio de su pena.
Entendemos que, en el siglo XXI, en el Tercer Milenio, las prisiones deberían ser cada vez más espacios terapéuticos y educativos, ¿Cómo podemos avanzar en este sentido? y ¿Qué le falta a nuestro sistema penitenciario para conseguirlo?
Con la experiencia de más de 35 años de SOLIDARIOS para el Desarrollo en prisión, se nos antoja que ésta dificulta la reinserción y aumenta las posibilidades de comisión de nuevos delitos, sobre todo por la falta de medios y la carencia de individualización en el tratamiento. O al menos, en el mejor de los casos, lo deja al bagaje de la persona que ha cometido el delito, que es como tirar una moneda al aire.
La pérdida de vínculos familiares, sociales y la desconexión total o parcial de la persona con la sociedad a la que se tiene que retornar, se nos antojan factores a tener en cuenta a la hora de “reinsertar”. No trabajar en una vertiente más centrada en lo terapéutico o en lo educativo (en lo sanador, en definitiva) es un doble castigo al preso y a la sociedad que lo va a acoger y a la que va a retornar. Podríamos avanzar de manera significativa en prisiones más terapéuticas y educativas (no del S.XIX, si no del S.XXI) trabajando con la sociedad en el concepto de reinserción y en la importancia de ésta; que la cárcel, especialmente sus éxitos (que es la no comisión de delitos), ocupe un lugar destacado en los medios y en el imaginario colectivo. En ese sentido, hay dos medidas que me parecen destacables:
- Articular alternativas a la prisión, aliviaría bastante el trabajo de los y las profesionales y, en muchos casos, podría orientar un tratamiento más individualizado. Y sin ir más lejos, me remito al éxito de las decisiones de los últimos 10 años de la SGIIP en este ámbito.
- Crear y apoyar redes y servicios post-penitenciarios de asistencia, acompañamiento y cuidado (jurídico, psicológico, sociolaboral, etc.) para personas que cuando se reencuentran con la libertad no son capaces de gestionar su vida por sí solas.
¿Qué papel juegan en este cambio de perspectiva los y las profesionales que trabajan en el ámbito penitenciario?
Juegan un papel vital porque son un testigo y un contacto con la sociedad a la que se tiene que volver en las mejores condiciones. De ahí inferimos que la gran reforma pendiente de lo penitenciario en España es la formación de sus profesionales, que debe ser una formación especializada y del S.XXI, porque a la persona que se atiende, cada vez más, necesita una profundización y conocimiento a todos los niveles. Sería importante en ese sentido el apoyo de la administración penitenciaria en las entidades sociales; hablamos dos lenguajes diferentes, llegamos al interno/a de maneras diferentes, pero tenemos la obligación de colaborar conjuntamente para llegar de la mejor manera a la persona presa. Y es innegable afirmar que en los últimos 40 años la presencia de las entidades sociales se ha acelerado y multiplicado en las cárceles, pero sin embargo algunos sectores del personal penitenciario nos sigue viendo de manera espuria o intrusa, especialmente porque no entienden la profesionalización y el objetivo de lo que hacemos. Generamos, increíblemente, recelo. Si no llegamos a ese personal penitenciario, que en muchas ocasiones es el que nos facilita el día a día en las prisiones, nos será muy difícil un cambio hacia lo educativo.
¿Qué aportan las entidades colaboradoras externas, nuestras organizaciones, a la dimensión educativa del tratamiento penitenciario?
SOLIDARIOS promueve en prisiones actividades de acceso a la cultura, porque entendemos que es una de las mejores herramientas de cohesión social. Y junto con ese acceso a la cultura, acude nuestro voluntariado: personas de la sociedad civil, como tú y como yo, que dedican un rato a la semana, con los estigmas y prejuicios que conlleva, a realizar actividades dentro de las prisiones y a escuchar y dialogar con la persona presa, sin importarles el delito que ésta haya cometido. Y esas personas y ese papel de las entidades sociales son fundamentales, porque aportan lo siguiente:
• Relaciones humanas llenas de sentido que intentan tratar de forma humana a las personas presas.
• Aprendizaje de contenidos y en el caso de SOLIDARIOS, descubrir personas y facetas de lo cultural que son desconocidas dentro de las prisiones.
• Con nuestro rol se crean espacios de desahogo dentro de la cárcel, de creación de relaciones horizontales que constituyen la mejor manera de iniciar y superar tratamientos más específicos o de preparación para la libertad.
• Sin olvidar que somos importantes agentes de sensibilización y de denuncia cuando las situaciones y la justicia social lo requieran.
¿Cómo valoras el tratamiento que hacen los medios de comunicación de los temas que generan más interés? ¿Qué ideas puedes aportar para hacer llegar a la opinión pública las iniciativas, los proyectos y las historias de vida tan inspiradoras a las que llegamos desde nuestras organizaciones?
Es necesario que Instituciones Penitenciarias asuma su papel en la reinserción, no sólo con los programas en los centros penitenciarios, sino también en cómo la sociedad acoge al quien comete un delito, cumple su condena y vuelve a la sociedad a incorporarse de nuevo a la vida cotidiana. La institución tiene que atreverse a contar las muchas iniciativas que se trabajan en las prisiones, por parte de IIPP y con apoyo de organizaciones de la sociedad civil, para ir cambiando el imaginario colectivo sobre lo que es una cárcel y lo que representa una condena para cualquier persona. Con transparencia y dando el valor que tiene el poder trabajar con personas que han delinquido en que escojan otro camino más beneficioso para ellas y para la sociedad en la que viven.
Es urgente contar con una estrategia de comunicación que sepa transmitir el objetivo de la institución penitenciaria: la reeducación y la reinserción social.
Afortunadamente los centros penitenciarios están llenos de personas con historias de esfuerzo y cambio. Hay que ser más transparentes en la información que se proporciona y dar respuesta, no solo al conflicto, sino también a la propuesta, para contribuir a que la sociedad perciba las prisiones como un lugar de cambio, no sólo como un lugar de condena.
En la medida que se evite la opacidad de los centros penitenciarios, balanceada con la necesaria seguridad y respeto a las víctimas, cuánta más información reciba la sociedad en su conjunto de lo que sucede en prisión, más sencillo será generalizar un conocimiento realista de la función de las cárceles y de la vida de quienes están dentro.